Había que elegir, o nos pillábamos el cochazo familar equipado a todo confort, o me cogía la excedencia en el trabajo. (Suspiro). Salvo excepciones, en la vida no se puede tener todo. Teniendo en cuenta que mi princesita sideral es más presencial, más de brazos, más de colecho, más de piel con piel, más de mamitis, (quería decir vínculo), más de reflujito y más de teta a demanda, no me quedó otra que tomar el camino de la excedencia temporal, razón por la cual, voy a todas partes con mi felicísima hija, montada en un bólido de tres puertas. Sí señores, tres. Y así, mientras el Papífero se deja el lomo haciendo anuncios para los grandes anunciantes de este país, nosotras nos lo dejamos haciendo nuestros recados por todo Madrid como si fuéramos trapecistas. Y es que, apesar de que tengo un método que ni Stanislavski, una llega al final del día agotada, que ocho kilos al riñón moviendo la chancla por el centro, no son poca cosa. Entendedme, baja al coche con la niña en brazos, abre el coche con una mano, abate el asiento delantero con la otra y entra al trasero, deposita a la niña en la maxi cosi, átala, dile que te vas adelante y tal y cual, que aunque no te vea estás ahí, sal del coche y vuelve a entrar, arranca cantando un elefante se balanceaba, surca la M30 como un rayo, aterriza en el centro, da vueltas y más vueltas, encuentra sitio, aparca en verde, como tu ángel va dormida de tanto elefante, sal corriendo a por el ticket (para dramatizarlo, a cámara lenta, corriendo bajo la lluvia), suplícale a un señor de Murcia que te cambie el billete de cinco, vuelve corriendo (a pesar de que habías aparcado justo al lado), deja la puerta abierta (parando la circulación), entra y saca el magic finger por la ventana a un taxista que te pita al pasar, respira, siéntate en el asiento de atrás, ponte a la niña en la mochila (con mimo infinito para que no se despierte), bésala, sal lanzando una pierna desde el asiento de atrás hasta la calle y apoyándote en la otra, impúlsate, sujeta a la niña, no pierdas el equilibrio, ponte el abrigo, ponle el gorro (antes muerta que una otitis), crúzate el bolso como puedas, guarda el móvil en el bolsillo de atrás (que justo ahora suena), coge la bolsa de la compra con una mano, la de yoga con los dientes, cierra el coche con un pié (suavemente para no hacer ruido), guárdate las llaves en otro bolsillo, ponte las gafas de sol en plan madonna y por último, haz tus necesidades sobre la madre del camionero que acaba de hacer fuking uso infustificado de su bocinaza, despertando a tu muñeca. Respira hondo sólo llegas 20 min tarde. Entra por fin en tu clase de yoga para mamás y bebés, bajo los compases de la BSO de Rocky, mientras tus compañeras del trapecio y tu profe, aplauden a cámara lenta. Menos mal, que para cuando llegas, toca meditación. Coges aire, te pones a tu fierecílla en el pecho y expiras… había que elegir…, pero en esta decisión, por difícil que sea, (y no me refiero al coche), ella es tu red.
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Virginia Mosquera
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genial!!! me siento tan identificada!!!!
Gracias!!! Que bueno es saber que No estamos solas! Abrazo de mamífera!!!
Veo que no soy la única que he mutado a pulpo!!! Dios es horrible a veces, y eso que vamos de manos libres… imagina añadir un carro de estos que parecen naves espaciales a la ecuación y mueres en el intento!!!!
Imagina!!! Gracias pulpo, por leerlnos. Un besote
Jajajjajajaja, hasta cantamos las mismas canciones!!! Hasta 42 elefantes hemos llegado intentando aparcar…
Jajaja. Ánimo con ello! Abrazo grande!!