A veces morimos para renacer, nos agotamos para tomar fuerzas, se nos hiela el corazón para descubrir el calor. En una ocasión se llevaron a los cachorros recién nacidos de la Osa Panda del Zoo de Madrid para las fotos del flyer y ella enloqueció, gritaba, lloraba, amenazaba… Entonces empezó a tomar carrerilla y estrellarse contra un árbol, dándose golpes en la cabeza hasta casi desfallecer. Los renglones torcidos del Dios de las madres a veces se tuercen tanto que acabas en la UCI con tu bebé nada más nacer y os aseguro que no hay dolor igual a que te arranquen de los brazos a tu hijo cuando casi no has echado la placenta. Y no es sólo el miedo a que le pase algo terrible, es también el desgarro de perder momentos únicos, los primeros, los de preguntarse qué tal, de darle la bienvenida al mundo, de presentarle las cosas, sino de cosas básicas como el calostro, la piel, la seguridad de “mamá está aquí”. Fueron 8 días que no puedo transcribir porque aún no puedo atravesar ese túnel, ni siquiera con palabras. El miedo se lo traga todo, pero sí puedo decir, que hay una fuerza dentro de nosotros que nos saca del agujero. Hay que agarrarse a ella y avanzar con paso decidido. A los tres días de estar allí sintiéndome pequeña e inútil, perdida en medio de las decisiones de los médicos y de las enfermeras (algunas encantadoras y otras unas verdaderas nazis, todo hay que decirlo). El niño dejó de agarrarse al pecho y además de bibis le pusieron una sonda, la situación médica parecía empeorar, entonces mirando a mi hijo en esa cajita transparente, donde sólo me dejaban tocarle, me dije: “Voy a sacar a mi hijo de aquí, porque mi hijo es mío y yo, también tengo poder”. Ese día empecé a sacarme leche con mi sacaleches doble. Me sacaba 8 tarros al día en mi incipiente subida de la leche. Se los daba yo, le cogía cuando me daba la gana, le quite el chupete que le habían puesto y lo chupé para que mi leche fabricara anticuerpos, respiraba su aroma, lamía su cara y le ponía las manos encima contándole todo el rato como era su casa, su hermana, su padre, sus abuelos, sus juguetes, su jardín y yo misma. Le conté como sería su vida, dónde iríamos de vacaciones y el fiestón que haríamos el día que llegara a casa. Le conté como era su cunita, sus sabanitas, el osito que había heredado de su hermana y todos los cuentos y canciones que sabía. A partir de ese día el estado del niño dió un vuelco. Ni su padre ni yo nos separábamos de él. Día y noche, 24 horas, 7 días sin dormir, recién parida y con el alma en el hueco de las manos, pero sin dejar que un sólo pensamiento triste se me colara allí dentro. Me robaron el móvil con el que me comunicaba con mi otra hija, pero no me importó mi alma se recuperaba por momentos. Empecé a sacarle cuando yo quería y tenerle en bracitos. Algunas enfermeras fueron ángeles, otras, mediocres enviadas del averno, pero yo no me venía abajo. Su padre tampoco. Caminábamos cogidos de la mano por los estrechos pasillos del frío edificio del hospital, mirándonos con la convicción de que estábamos juntos en esto. Mi leche, nuestras manos, los brazos, los cuentos, las canciones y nuestro amor incombustible, hicieron que se recuperar prodigiosamente. Incluso le cogí un día y le puse al pecho. Había leído en un libro de Carlos Gonzalez que si bombeas tu pecho mientras el niño tiene el pezón en su boca, el niño empieza a tragar la leche y al final acaba agarrándose. Me costó una mañana que el niño se agarrara. Mi confianza crecía por momentos y sabía que mi niño había venido a este mundo para superar esto y mucho más. Yo se lo decía: “Eres un guerrero mi amor, un guerrero del sol”. Y el niño salió. Aquella misma mañana me operaban de un coágulo de sangre varicosa que se me había formado en la vagina (es inhumano tener a una mujer recién parida en una silla de madera, pero eso es otra historia, mi gine lo vació enseguida). Cuando cogí a mi pequeño en brazos escuchaba el sonido de mil gaitas en mi cabeza, la tierra prometida, el cielo abierto y la carretera despejada rumbo a mi casa, nuestra casa, donde mi otra hija de sólo 3 años nos esperaba con flores en la mano y una pancarta de bienvenida. NO pude llorar todo aquello hasta semanas más tarde, que encontré unos brazos dónde desatar todo mi miedo, mi angustia, mi dolor, aunque gracias al cielo el niño nunca desarrolló ninguna de las terribles enfermedades que vaticinaban. La felicidad de que al final todo salió maravillosamente bien, inunda los recuerdos más tristes. Sólo queda dar gracias, GRACIAS, GRACIAS al Dios de la Madres por sacarnos de allí con un bebé perfecto, amado y relactado. Un bebé hermoso como la luna al que ya queríamos como a su propia hermana. Un bebé que nos enseñó el verdadero sentido de la vida, apreciando los detalles más diminutos, para no dar por hecho nada y poder vivir felices y agradecidos de lo que tenemos. Recuerdo momentos bellos como cuando su padre y yo dormíamos abrazados rezando por dentro, besándote al alma, tan juntos en esto como no lo hemos estado en nada en esta vida. Telmo tu hermana, tus abuelos, tu padre y yo te queremos como el cielo, como las estrellas, como el nuevo mundo que has inaugurado para nosotros. Feliz vida. Eres el amor de nuestra vida.
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Virginia Mosquera
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Buffff. No tengo palabras… Qué valiente con tu empoderamiento… Me has arrancado más de una lágrima…
Gracias linda
Felicidades por ese bebé y por toda esa fuerza. Sé lo que es pasar por esto y es admirable que lo hayas podido vivir así.
Un abrazo
Vanessa
precioso, hasta las lagrimas
Si hubieran más madres que creen en ellas mismas y en su poder, los hospitales acabarían teniendo que ser mejores y el mundo también. Eres una superwoman!
Querida familia, no sabia de todo lo narrado, enhorabuena por toda tu fuerza, eres una supermadre y tus hijos se sentiran orgullosos de ti. Besos a todos
gracias de corazón Maria José
Familia valiente y brava!
Gracias!!
G
Emocionada con tu relato y la forma de narrarlo. Qué suerte tiene Telmo de haber caído en una familia maravillosa como la vuestra! Qué gran mujer! De tal palo, tal astilla. 😘💖💪
Gracias!!
Enhorabuena. Me has dejado sin palabras porque he vivido todo aquello exactamente igual, me pasó lo mismo con mi hijo. Y ese desgarro de los primeros días sin él es difícil de curar, deja una pequeña cicatriz siempre. Enhorabuena por el pequeño y por vuestra felicidad. Me alegro muchísimo
Gracias!!
Sí que deja cicatrices y duelen mucho, se pasan con el tiempo?
Yo aún estoy ahí. Espero quitarme la espinita en otro parto. Besos guapa, ¡tú puedes con todo!
ánimo! se puede con todo
Mucho ánimo, te entiendo, mil besos mamífero s
Verdaderamente emocionante es una lucha titanica x sacar a tu bebe adelante, enhorabuena madre coraje besos
Gracias linda
Termino de leer tus palabras con lágrimas en los ojos. Me alegro mucho de que todo saliera bien.
MilGracias linda
Que maremoto de sentimientos por los que tuvieron que pasar como familia, gracias a Dios todo salio muy bien, enhorabuena por el nacimiento de tu segundo bebè. Un abrazo
Gracias patricia un abrazo gigante
Madre mía, que manera de llorar! Lamento que tuvieras que sufrir tanto por obtener lo que se merece toda madre… Me alegro de que todo acabara bien, tienes tota la vida por delante para disfrutar este amor tan bello y puro. Enhorabuena por tu bebé
me has dejado sin palabras y con el corazón encogido…qué duros primeros momentos pero qué alegría que todo salió bien y felicidades por esa fuerza que sacaste!! Estoy segura que esa energía puede más que todo. un abrazo!
Pingback: Madres desperfectas |
(…)
No sabes como te entiendo. Mi hijo nacio el año pasado de forma prematura, 26 semanas de gestacion. Estuvo ingresado 93 dias. Mantuve la lactancia con ayuda del sacaleches y le alimente solo con mi leche desde el principio. Al final agarro bien el pecho. Ahora, cuando le miro, casi me parece imposible que hayamos sido capaces de superar esta tormenta tan larga. Con el tiempo todo parece una pesadilla, y tengo que abrazarle muy fuerte para estar segura de que finalmente todo salio bien y mi hijo esta en casa, conmigo.
A nadie se le pasa por la cabeza lo horrible que es tener ingresado a tu recien nacido, hasta que lo vive.
Un abrazo.
Gracias linda, te mando un abrazo gigante, yo sigo abrazandole para sentir que sigue aquí